13.03.2007 Talula en Galápagos

13 marzo 2007 a las 18:21 | Publicado en Empezamos | Deja un comentario
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Y tal cómo os comenté en mi última crónica, después de alejarnos de Ciudad de Panamá, estuvimos un mes navegando por el archipiélago de las Perlas y por Coiba. Estas a diferencia de las islas panameñas del Caribe, son de aguas frías, vegetación exhuberante y selvática, de formación volcánica y de aguas
riquísimas de peces de gran diversidad y de serpientes de mar.

 Fue un mes en donde el pescado frito, horneado, sancochado destacaba en la mesa del Talula y en el plato de Suri para mi deleite y el de la perra básicamente.
En las Perlas estuvimos en diferentes islas todas ellas casi deshabitadas y bastante vírgenes excepto la isla de San José que era de propiedad pero que dejan fondear a los veleristas siempre y cuando éstos cumplan las normas que exige el propietario. Aquí hicimos una excursión a través de una pista forestal.


El calor era intenso y mis ojos siempre iban mirando al suelo buscando posibles serpientes de las cuales te avisa la guía náutica de que la isla está llena junto con cerdos salvajes. Serpientes finalmente y para mi tranquilidad no vimos pero en cambio, Suri de repente, desapareció en la selva detrás de una pareja de cerdos salvajes. Al principio se oían ladridos y toda clase de ruidos de pelea pero en cuestión de minutos, la selva se lo tragó todo. Por más que llamábamos a la perra, no podíamos oír nada y después de media hora decidimos abandonar la búsqueda (yo sólo me dediqué a llamarla desde el camino y dejé que Joan Antoni y Toni, es decir la sección masculina, se adentrara en la selva). Pero la suerte nos volvió a sonreír. Suri apareció de repente sana y a salvo aunque eso sí, llena de garrapatas.
Y de San José, desembarcamos a Toni en el continente para que continuara su viaje por Panamá y Costa Rica y nosotros nos fuimos a Coiba.

Recuerdo que tras un día entero luchando con la corriente que no nos dejaba apenas adelantar, llegamos a un fondeo rodeado de pequeños islotes donde la vegetación caía sin tregua y la playa era una línea minimalista de arena. Empezaba
a oscurecer y podías oir toda clase de animales chillando y alborotados y en el agua, las tortugas sacaban la cabeza. Aquí pasamos dos días para continuar bordeando esta isla, donde la naturaleza no permite el acceso a tierra y donde los baños eran rápidos e inquietantes a sabiendas de que hay más de 7 especies de cocodrilos en este lugar. Fueron 10 días de tranquilidad y de gran belleza. Contentos por haber llegado a esta isla declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad y con fuerzas para adentrarnos en el Pacífico para llegar a otro santuario como son las Galápagos.
Y aquí estoy después de 5 días de navegación y casi 800 millas más que sumamos a las 12000 que ya llevamos navegadas.
5 días que fueron perfectos. Buen viento, buena corriente a favor, buen humor, nada de oleaje y guardias tranquilas en donde la soledad no se sumó esta vez para apretar a los fantasmas que llevamos dentro sino para apreciar lo bueno de esta vida y todos esos detalles que la hacen tan especial día a día.
La primera parada fue en Genovesa. Aquí entras a través de un canal a un cráter que está sumergido y en donde las ballenas vienen a parir. Por cierto, en esta travesía pudimos ver una ballena en nuestra proa y relativamente cerca por lo que estuvimos atentos para cambiar de rumbo en caso de posible colisión que otra vez por cierto, es tal vez el único peligro que te avisan todas las guías del trayecto Galápagos-Marquesas.
Pero bueno, volvamos a Genovesa. Aquí esperábamos pasar un día o dos tranquilos y solos disfrutando de la isla que es un paraíso de aves y lobos marinos pero cual fue nuestra sorpresa que al entrar a ella, ya divisamos 5 barcos de turismo anclados al lado de la playa. Eso quería decir que la posibilidad de bajar a
tierra se extinguía ya que está prohibido parar en las islas sin  previo permiso de las autoridades ecuatorianas. Pero hubo suerte otra vez y un guía del parque nos invitó a bajar con él a la playa. Y así con mi cámara de vídeo y de fotos en mano,

bajé a tierra para hacer de reportera dicharachera y en donde estuve
grabando y fotografiando a piqueros de patas rojas, a fragatas macho con el pecho inflado para atraer a la hembra, a gaviotas endémicas de cola bifurcada, a lobos marinos tomando el sol y a un lobito que hizo las delicias de los turistas que estábamos ahí presentes. Fueron dos horas únicas y tal vez de las
más especiales de mi vida  por ser uno de mis sueños desde la infancia.
Y con los ojos echando chispas, volví al Talula para levantar ancla e irnos a la isla de Santa Cruz donde continuamos disfrutando de esta naturaleza tan especial y única en el mundo. Hemos visitado el Centro de investigación Charles Darwin que se encargan de la preservación e introducción de iguanas y tortugas gigantes que han estado en peligro de extinción. Hemos visitado túneles de lava, playas blancas moteadas de iguanas de mar negras, campos de árboles cactus,

mercado de pescadores rodeados de lobos marinos, pelícanos, rayas y garzas y un Talula que cada día es visitado por una pareja de lobos marinos.

Y en una semana partimos hacia Isabela para continuar disfrutando de las Galápagos y ya prepararnos para realizar el gran salto del que ya estamos haciendo preparativos en el Talula, básicamente revisándolo todo y de aquí a unos días haremos la gran compra de frutas y verduras que espero duren más de un mes con la ayuda de la nevera y comprando casi todo bien verde y teniéndolo en redes que estén bien aireadas para evitar la putrefacción.


Cómo podéis imaginar, los nervios a bordo van “in crecendo” pero también la ilusión y las ganas de estar casi un mes en alta mar. Es la gran prueba tanto física como psicológica en la que tendré que verme ahí día a día y la que me permitirá continuar repasando y poniendo en orden todos los episodios que han ido
pasando por mi vida y preparándome para futuros.
No siempre todo es divertido en este proyecto del cual ya llevamos dos años y medio. Hay días como ayer en donde la soledad se hace muy presente aunque estés rodeada de muchas personas. Desde que salimos de Panamá, hemos dejado a un lado y a otro de este país a todos nuestros amigos que han ido tomando otros rumbos y que incluso han abandonado. Y esto hace a veces mella en ti y sobre todo la distancia, cada vez mayor con tús seres queridos que no se irá acortando hasta que estemos en Fiji. Mi padre cada vez está más lejos de nosotros y más apegado a su pasado y no sé si el día que lo vuelva a ver se acordará de mí.
El otro día soñé con él. Estába en una fiesta y de pronto el entraba por un gran portón en compañía de mi madre. Venía hacia mí. Se acerca y me mira de frente.
Me reconoce y me abraza largamente. Siento mucho calor y cariño. Estoy en paz con él. Nos despedimos.
Pues si, a veces es difícil pero hay algo aquí dentro que no me deja parar y aún menos renunciar. Estoy atrapada por este mar en el que después de varios días de navegación estás como si todo fuera una ensoñación; como si nada fuera real; en donde día a día te vas sumergiendo más y más en ese bamboleo constante del
barco, en esa brisa que te roza a veces y te enloquece en otras, en ese sol que a veces calienta y otras abrasa. Y en ti. Sola con mi vida y con ese azul profundo que te enseña a mirar de frente todo lo que va pasando por delante de tús ojos y de tú alma.
Solo deciros que la siguiente vez que os escriba, ya será desde la Polinesia francesa y aún escribiéndolo y sabiéndolo, casi no me lo puedo creer que hacia allá vamos.
Besos pues y hasta dentro de otro momento con 3000
millas más vividas y aprendidas,
Laura

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