Talulapedia

#Marsa.
Lengua de mar que entra en el desierto. Quizás antiguos ríos o glaciares de cuando el desierto era casa de osos polares.

#Cybercontractura.
Malestar articular simultáneo sufrido por varios miembros de una red social, chat, twitt o lista de email.
La tortícolis de cuatro de los miembros de la comunidad talula – jota en el mar rojo, oriol en barcelona, martín en buenos aires y carlitos en madrid  – fue la primera vez que se documentó esta dolencia.

#Boulevard de los Piratas.
Nombre informal con el que se conoce un corredor de seguridad en el Golfo de Aden, antesala del Mar Rojo, patrullado por barcos de guerra de una coalición internacional y que tiene como finalidad oficial la protección del tráfico comercial marítimo que va o viene al Canal de Suez del flagelo de los piratas somalíes, yemeníes, sudaneses o eritreos, naciones que curiosamente no figuran dentro de esta coalición internacional. El resultado de esta sabia medida ha sido la creación práctica de un «corredor de la paranoia» por el cual pueden circular sin ser molestadas todas las embarcaciones menos las de los propios países ribereños.

#Constantino.
Nombre del motor Diesel que nos impulsa y que se caracteriza por su profunda y ronroneante voz.

#Edgar.
Piloto automático que, de forma misteriosa y con discreción y eficacia, se hace cargo de la conducción del Talula cuando a nosotros no nos apetece.

#Edgarín.
Pequeñísimo piloto automático de quita y pon, con el cual, a parte de bautizarlo, poca cosa más hemos hecho.

#Hans.
Piloto de viento que, sin discreción y poca eficacia, conduce al Talula cuando, y sólo cuando, las condiciones de viento son óptimas y, eso si, sin consumir energía.

#Talulín.
Nuestro dingui, sin más comentarios (ya hablaremos con BWA).

#Roberto Alcázar.
Motor fuera borda que impulsa al Talulín y que, como su tocayo, realiza con dignidad un trabajo necesario .

#Lolo.
Generador eólico que, sin descanso y casi siempre con eficiencia, aunque un poco a lo bruto, nos suministra energía cuando sopla viento.

#Leticia.
Nombre que damos a una de nuestras placas solares, la primera, y en la que habíamos vertido muchas esperanzas, defraudadas en parte, debido a su carácter caprichoso, volátil y un tanto presumido.