19.06.2009 Repique de tambores

19 junio 2009 a las 18:21 | Publicado en Diario de a bordo | Deja un comentario
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el travellift

Una nube de polvo se va acercando. Le acompaña un pitido intermitente y un pequeño temblor que cada vez se va haciendo más evidente. El travellift se está acercando para llevarse al barco vecino. Sus ocupantes se preparan para volver al agua. Esta vez están seguros de que los fondos, no volverán a inundarse. Fotos, intercambio de direcciones electrónicas, un “techekur” y un hasta la vista.

Finalizó la primera jornada de barnices en el interior del Talula. Casi al mismo tiempo, empezaron los gruñidos. Le repito hasta la saciedad a Joan Antoni donde no debe tocar pero más que barniz, parece que haya puesto imán ya que ahí donde no debe tocar, toca.

Lijo todas las tapas y cuando me dispongo a dar la primera capa, llega el viento térmico del atardecer. Me sitúo dentro de los plásticos y ya justo cuando casi he acabado, las ráfagas aumentan invadiéndolo todo de polvo, hojas y partículas enormes que van a depositarse encima de lo recién pintado. Mañana tocará darle un buen lijado antes de empezar otra vez.

Y finalmente, llegó la hora de ver la palabra Talula. Éstas pintadas sobre un negativo, se resisten. Cuando Apo empieza a sacar el negativo que es un adhesivo, la pintura no aguanta y parte de los números y letras, se van. Dejo de repiquetear el tambor virtual. Se nos pasa la alegría y a Apo, le cambia la cara. Algo no ha funcionado. Le preguntamos si ha lijado, si la pintura es de diferente componente que  la aplicada en toda la obra muerta,  si tal vez tendría que haber puesto primero una imprimación, si….y  de todo ello vamos recibiendo un “yes” de respuesta. No entiende nada por lo que  no hay manera de comunicarse con él y eso ayer acabó con nuestra paciencia.

Veremos qué solución toma al respecto.

Mañana será otro día en este caos de olores químicos, herramientas que lo invaden todo y como no,  todo esto amenizado con mucho polvo.

16.07.2005 Brasil 1ª parte

16 julio 2005 a las 21:48 | Publicado en Empezamos | Deja un comentario
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 Hace poco os contaba mi experiencia transatlántica y ahora busco en mi memoria experiencias de los más de tres meses que llevamos en Brasil.
Desde nuestra llegada hemos dividido nuestro tiempo en reparaciones y nuevas adquisiciones para el Talula y en navegar por la bahía y viajar al sur del país.
De la primera parte os puedo decir que, a base de hacer fundas, tapetes y otros trabajos, me he convertido en una “profesional” de la máquina de coser.


Y de la segunda empezaré por la ciudad en la que nos encontramos viviendo. De las cosas (entre muchas), que me llamó la atención a mi llegada fue su logo: “Sonría que está en Bahía” escrito dentro de un “smile”.
También sus gentes tan amables y sencillas; la cantidad de iglesias que hay en esta ciudad que según dicen, hay una por cada día del año; sus comidas a kilo en casi todos los restaurantes; sus paraditas de agua de coco y de caldo de caña de azúcar; la música que lo invade todo, sobre todo los martes en el “Pelourinho” que hay conciertos en todas sus plazas y callejuelas; el repicar de tambores y el

pitido que emiten los soldados de una base naval cada hora y que oímos desde el barco; escotes femeninos que desafiando a la gravedad parecen amígdalas perennemente inflamadas (idea de JA y que por cierto, no hay ni uno que se le escape de su campo visual); la experiencia casi suicida de ir en autobús por esta ciudad (si no llegas a tiempo a un asiento, despídete de mantenerte en posición vertical); las innumerables sectas que invaden todo este país siendo “la Iglesia Universal de Cristo” la más importante y a la que asistimos una tarde a su cede con capacidad para más de 4000 personas y en la que el personal, en cuestión de segundos se transformaban y entraban en estado de catarsis fulminantemente; la radio por las mañanas mientras tomamos batidos y más batidos de frutas, en donde las canciones sólo hablan del “meu coraçao” de “vosé”, de estar “apaisionado” y que de cada 5 palabras tres son éstas y la ascensión al Pelourinho a través de un ascensor llamado “La Cerda”, que está a 3 minutos de la marina y que en cuestión de segundos, pasas de la ciudad baja que es donde nos encontramos, al casco antiguo considerado uno de los más bonitos de Sudamérica y nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Pero no todo es apasionante positivamente ya que sin ser una ciudad demasiado peligrosa, una tarde noche, asaltaron a Joan Antoni en pleno centro: el tipo le cogió el cuello por la espalda y solo recuerdo que me tiré al brazo del hombre y le estiraba y le gritaba para que lo soltara; finalmente y tras minutos de forcejeo, le arrancó una cadenita que llevaba desde hacía 30 años y salió corriendo. Al final todo quedó en un susto y en una sorpresa para mí misma al verme peleándome como una leona con el tipo que atacaba a Joan Antoni…..nunca sabes cómo vas a reaccionar.
Después de un mes en Salvador y totalmente aclimatados, el Talula cogió rumbo a la Bahía de todos los Santos.


La verdad es que al principio fue un poco decepcionante, ya que los fondeos donde íbamos el agua era marrón debido a los ríos que desembocan en la bahía. Además, fueron días y días seguidos de lluvia y viento. De hecho, estuvimos una semana sin poder movernos de un mismo lugar a causa del mal tiempo. Al final, la ropa la teníamos que tender dentro del barco

 con lo que la sensación de claustrofobia era importante. Imaginaros si llovía, que en un mes no necesitamos ir a tierra a buscar agua. Con la que recogíamos del toldo, ya nos daba para cocinar, limpiar y ducharnos cada día con agua dulce; todo un lujo en esta vida de navegantes.

Finalmente abandonamos la bahía para bajar 40 millas al sur y visitar un archipiélago formado por varias islas en donde pude encontrar aquello que deseaba: kilómetros y kilómetros de playas con palmeras en la que eras tú el único habitante.


Aquí estuvimos unos diez días disfrutando de la tranquilidad de los fondeos, de los paseos por las playas, de los baños a todas horas, del agua de coco helado, de la visita en lancha rápida a través de canales de las islas de este archipiélago (imposible llegar a todas ellas con nuestro barco a falta de profundidad), de la persecución con la zodiac de delfines que pasaban de nosotros totalmente; de las moquecas de camarón y del buen tiempo que al final tuvimos.
Y tras nuestro regreso a la marina, cogimos nuestra mochila, un autobús y en 27 horas, estábamos en Río de Janeiro. Desde Pao de Açucar como desde el Cristo en el Corcovado pude admirar la belleza de esta ciudad y sobre todo, la espectacularidad de su enclave.

Está rodeada de montañas basálticas que una vez dentro del mar, emergen en forma de “Paos de Açucar” de dimensiones más reducidas.
Paseamos por su centro financiero, por el casco antiguo rebosante de vida comercial y de bullicio, comimos a todas horas “salgados” de queso y de carne, visitamos sus playas llenas de garotas y garotos lanzando pelotas con el empeine de sus manos y observamos con curiosidad  a todo el personal corriendo por Copacabana e Ipanema  y sobre todo, a señoras paseándose con perros que llevaban zapatos rosados y lazos por todas partes al lado de mendigos que pedían algo para comer.
Después de Río, cogimos otro autobús hacia Minas Gerais, un estado que está al noroeste de éste último.
Aquí pasamos unos cuantos días visitando un pueblecito llamado Ouro Preto que es una preciosidad.

Es un pueblo colonial, lleno de iglesias y con todas sus calles adoquinadas y donde, por la noche, la temperatura bajaba lo suficiente como para dormir con tres mantas.

El primer día nos fuimos rápidamente a comprar ropa de abrigo y, por las noches, íbamos con calcetines gruesos y sandalias de tiras a lo “guiri guiri”, aunque luego, entrábamos rápidamente en calor con los caldos que son típicos de esta zona y que están riquísimos.
Y después de pasar unos días subiendo y bajando calles y de visitar minas de oro con lagos interiores (antiguamente en esta zona se explotaba el oro, la plata y piedras preciosas), volvimos a Salvador ya que el presupuesto no daba para más como tampoco da para más mi memoria y vuestros ojos con tanta parrafada.
“Moitos besinhos” desde esta tierra fantástica donde cada día estoy más convencida de que vale la pena luchar por los sueños,
Laura

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