10.04.2005 Atlántico

10 abril 2005 a las 19:19 | Publicado en Empezamos | Deja un comentario
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 “A 35º grados de calor y tumbado debajo de una palmera, la vida se ve de otra manera”. Estas fueron las palabras que me envió un buen amigo hace ya unos cuantos años desde Brasil, y otros tantos después, ya lo puedo confirmar.
Si, si, ya sé que esta vez he sido un poquito tardona, pero con tanto calor es imposible ponerse delante de un ordenador y aún menos pensar. Pero bueno, como hoy me apetece, no pierdo esta oportunidad y mientras JA está en la hamaca leyendo “autobiografía de Fidel Castro” de Norberto Fuentes -900 páginas, vol. I…repito, vol.I-, yo aprovecho para contaros como han ido y van las cosas desde que salimos de Gambia.
Ahora nos encontramos navegando por  las “ilhas” de la Baía de Todos os Santos después de haber pasado más de un mes en Salvador de Bahía. Pero bueno, empecemos por el principio que con tanto calor ya me empiezo a dispersar.
Tras un mes de navegación por el río Gambia, tomamos rumbo hacia la isla de Santiago (Cabo Verde). La travesía duró tres días y medio y quizás haya sido la más rápida de todas. Con un viento constante  y una mar de fondo importante (las peores condiciones para una barriga que ya empieza a acostumbrarse), hicimos
casi 500 millas en un visto y no visto.
En Praia ,capital de Santiago, estuvimos una semana.

Aquí compramos todo lo necesario para realizar el “gran viaje” hacia Brasil: 3 kg de patatas, 2 coles, 10 kg de naranjas, 3 kg de plátanos verdes, 3 papayas, etc, etc. En definitiva, comida fresca para unas tres semanas y sobre todo mucha vitamina C para no padecer de escorbuto…… eeehhhh es mentira!!!!. 
Curiosamente, después de haber estado en los mercados de Gambia, donde la variedad de productos es casi inexistente, el mercado de Praia me pareció de lo más apetitoso y atractivo; vaya, estoy convencida que lo miraba todo con los mismos ojos que mira un turista el mercado de la Boquería.
Además de comprar provisiones y hacer 20.000 viajes para transportarlo todo al Talula, estuvimos visitando la isla. Viniendo de Gambia, la entrada a esta ex colonia portuguesa, la respiras y la sientes con mucha amabilidad: es una cultura que se asemeja a la tuya, dejas de ser un “blanco” para los locales, puedes ir tranquilamente por todas partes sin tener enganchado a nadie y tal vez lo más importante, es que entiendes bastante el portugués aunque menos de lo que normalmente creemos los que hablamos castellano.
Aunque en Gambia el idioma oficial es el inglés, en los poblados, la mayoría de sus gentes hablan o Mandinka, o Fula, o Wolof, o Jola o un largo etcétera de otras lenguas que hicieron que la comunicación verbal fuera bastante complicada.
Después de una semana preparando el Talula, mi cuerpo y mi mente, es decir, respirando hondo y “apretando el culillo”, partimos el 1 de marzo rumbo a Salvador de Bahía. La travesía duró 17 días, con un poco de todo, como ya os podéis imaginar, que, curiosamente, un mes y medio después cuesta describir. Y ¿porqué?, supongo que tal vez por haber sido una experiencia en la que tantas horas para poder pensar, han hecho que la cabecilla diera rienda suelta a introspectivarse (creo que me acabo de inventar la palabra) y a psicoanalizarse.
Durante estos 17 días, tuvimos 2 de calmas (es decir nada de viento) al principio y 2 más cruzando el Ecuador. Tal vez ésta haya sido la experiencia más curiosa de todas ya que cuando íbamos llegando al Ecuador, el cielo se volvió gris. Mirabas hacia arriba y era como ver un telón grueso y denso que además no dejaba circular ni una gota de aire. El calor era sofocante y sólo lo aliviábamos cuando venía un chubasco danzando a toda marcha hacia nosotros.
Entonces se iba el gris para dejar paso al negro y entraba una cortina vertical de agua, que no te dejaba ver más allá de tus propias narices. Era tan densa que con el primero de todos (pasaron unos cuantos), el barco quedó tan limpio, que el acero volvió a brillar. Y luego de dos horas de fuerte viento y mucha agua, volvía la calma y el bamboleo insoportable en el que era imposible hacer cualquier cosa dentro y fuera del barco. Todo se caía y si intentabas dormitar, tampoco te aguantabas en ningún lugar, por lo que decidí darme un chapuzón…otra  gran experiencia. Me estaba bañando en medio del océano y con 4000 metros de profundidad. Metías la cabeza y mirabas hacía abajo y te mareabas. El azul añil intenso y esa inmensidad que caía vertiginosamente, hacía que toda tú cabeza girara y que se te cortara el aliento. Y como no, pensaba en los calamares gigantes que Neus me nombra en casi todas sus cartas.
Por lo demás, todo fue bastante bien: guardias soportables, poco tráfico de mercantes a excepción de algunos días que vimos varios, relación cordial entre “capitán y marinera” exceptuando un día que yo “lo mordía todo”, comiditas ricas para alegrar el estómago como un arroz con bacalao o unas verduras con curry para celebrar el paso del Ecuador, lectura y más lectura para ocupar la mente y no pensar en donde te encontrabas en esos momentos, sin olvidar la llegada de la noche y la conexión vía radio para leer los mensajes de nuestro técnico en tierra y navegante de primera, Oriol Pujol, que nos iba dando el parte
meteorológico de la zona y la ruta a seguir para conseguir mejores vientos y, por supuesto, darnos ánimos para seguir adelante en una travesía en donde la falta de sueño y la monotonía fueron las grandes enemigas.
Y así, el viernes 18 de marzo a las 4 de la madrugada entrábamos en la Baía de Todos os Santos rumbo a Salvador de Bahía. A las 5 fondeábamos delante de la marina a la espera de que se hiciera de día. A las 6 salgo a la cubierta y veo detrás de nosotros un fuerte con palmeras, por delante,  panorámica de Salvador y a
un pescador cantando. Un rato después pasa otro haciendo lo mismo. Entramos en la marina, lanzo amarras, bajo a tierra y sonrío. Hacemos papeles de entrada y por la noche nos vamos al “Pelourinho”.
Paseamos por calles empedradas y casas coloniales…maravilla. Oigo música por todas partes. Bebo dos caipirinhas y sonrío aún más. No me lo puedo creer, ya estoy en Brasil.


Y de esta forma ha pasado un mes y medio que, para no alargarme más, contaré en la siguiente crónica. Ahora toca disfrutar del sol, las playas, el mar, estrenar los patos (hoy ha sido el primer día, con rampa en la pierna incluida), para luego dejar el Talula amarrado en la marina de Salvador, coger la mochila, la guía y  un autobús hacia el sur.
Besinhos con todo el coraçao,
Laura 

 

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